miércoles, 22 de diciembre de 2010

Una propuesta atrevida


El canadiense (nacido en Egipto, de ascendientes armenios) Atom Egoyan es uno de los directores más importantes del cine de las últimas décadas. Cintas como “El dulce porvenir”, “Exótica”, “Speaking Parts” o “Family Viewing” le dieron la imagen del realizador de películas opacas, enigmáticas, lacónicas, de personajes a los que conocemos por sus comportamientos más que por sus psicologías, ensimismados, de movimientos maquinales y silencios prolongados, a veces rotos por su necesidad compulsiva de comunicarse a través de aparatos transmisores y monitores. En su cine, la comunicación siempre aparece mediada por las tecnologías como signo de impotencias afectivas y emociones anestesiadas. Egoyan filma la vacuidad y lo hace con una prolijidad a veces manierista, siempre fría, tentando una escritura de elegancia geométrica, casi congelada.

“Una propuesta atrevida” (“Chloe”) es el “remake” de “Nathalie X”, una película francesa dirigida por Anne Fontaine en 2003. Es, por eso, el primer guión ajeno que Egoyan realiza, aunque la historia resulte muy afín a su mundo. Julianne Moore es la esposa que contrata a Chloe, una joven prostituta encarnada por Amanda Seyfried, para que seduzca a su esposo (Liam Neeson) sin que él sospeche lo que está detrás. Es decir, trama una prueba que es también una trampa: incapaz de esclarecer sus sospechas de infidelidad en diálogo con el marido, busca una mediación. Aquí no hay monitores, pero sí una máquina: el cuerpo de la mujer contratada y programada para el simulacro. Los ojos de la muchacha son el centro de un dispositivo de control y de información. Ella debe contarle a la esposa impotente y masoquista, todo lo que ve, después de cada encuentro, con la precisión de una narradora y la asiduidad de una esclava. Y entonces, claro, ocurre la disfunción.

Vista de esa manera, el filme es un concentrado de las obsesiones y motivos de las películas de Egoyan: el deseo es un acicate para la manipulación; las apariencias y la verdad se mantienen en un estatuto ambiguo; se narran fábulas incitantes para prolongar la fantasía del deseo; la perversión se enmascara bajo el barniz de los mejores modales; la seducción luce como un rito envenenado e inquietante; la paz familiar no es más que un laborioso simulacro (una interesante película en cartelera, “Amor por contrato”, trata también este asunto, pero en clave de comedia satírica sobre el consumo en un suburbio de los Estados Unidos)

Pero las buenas películas de un director no se limitan a ser el catálogo de los asuntos recurrentes en su cine. En “Una propuesta atrevida” hay cosas que no funcionan y otras que se echan en falta. No marcha, por ejemplo, la mecánica del thriller y del suspenso que debe crecer por exigencias de una producción costosa y dirigida a un público amplio, lo que no es usual en las cintas de Egoyan. Aquí la acción involucra erotismo, misterio, deseo, pero también un costado de perturbación que amenaza a los personajes, sólo que ese riego aparece de pronto, sin progresión previa, convocado por una actuación lánguida de Amanda Seyfried. Julianne Moore y el paisaje nevado de Toronto, en contraste con los interiores ocres, aportan carácter y densidad visual a la película, pero Liam Neeson se muestra ausente, distante, congelado. Es difícil aceptar la artificial voltereta con que se resuelve la película, un truco de guión que contradice la flotante ambigüedad con que transcurría la historia hasta entonces.

Ricardo Bedoya

1 comentario:

Cecilia Gamarra dijo...

um interesante, la veré, este tipo de propuestas llaman mucho la atención;)