lunes, 1 de febrero de 2010

Páginas del diario de Cocteau


Víctor Hugo Palacios nos envía las siguientes notas de lectura de Opium, de Jean Cocteau (1889-1963), el gran escritor, dibujante y cineasta francés. Opium es el diario de los años en que intentó la cura de desintoxicación del opio, iniciada luego de la muerte de Raymond Radiguet, el autor de "El diablo en el cuerpo".


Cuestión de escalas: contra el antropocentrismo
“El desintoxicado experimenta sueños breves, y despertares que quitan las ganas de volver a dormirse. Parece que el organismo salga de una hibernación, de esa extraña economía de las tortugas, de las marmotas, de los cocodrilos. Nuestra ceguera, nuestra obstinación en juzgarlo todo según nuestro ritmo, nos hacían considerar la lentitud de las plantas como una serenidad ridícula. Nada ilustra mejor el drama de una desintoxicación que estas películas aceleradas que revelan las muecas, los gestos, las contorsiones del reino vegetal. Sin duda, el mismo progreso en el terreno auditivo nos permitirá oír los gritos de una panta.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 14]


Se puede decir: el sol es grande, esta mota de polvo es pequeña, porque están en nuestra escala de valores. Es una locura decir: Dios es grande, un átomo es peque/ño. Es muy extraño que casi nadie viva consciente de los siglos que transcurren, entre cada una de nuestras respiraciones, por los mundos que nuestro cuerpo crea y destruye, que la idea del cuerpo como tiniebla nos oculte los fuegos que lo habitan, y que una diferencia de proporciones nos haga incomprensible el hecho de que esos mundos estén civilizados o muertos; en resumen, que lo infinitamente pequeño sea un descubrimiento, en vez de ser un instinto.
“Lo mismo sucede con lo infinitamente grande (grande o pequeño en relación a nosotros), ya que no sentimos que nuestro cielo, nuestra luz, nuestros espacios, sean una partícula de sombra para el Ser cuyo cuerpo nos contiene y cuya vida (corta para él) se desarrolla en siglos para nosotros.
Pese a la fe, Dios daría náuseas. La sabiduría de Moisés fue limitar a los hombres a su casita.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 112-114]

La muerte y la sensación de temporalidad:
“En el hombre hay una especie de sustancia fijadera de sentimiento absurdo y más fuerte que la razón, que le hace creer que esos niños que ve jugar son una raza de enanos, en vez de ser un quítate tú que me pongo yo. Vivir es una caída horizontal. Sin esa sustancia, una vida perfecta y continuamente consciente de su velocidad sería insoportable. Permite que el condenado a muerte concilie el sueño. […] El opio me aportaba ese fijador. Sin el opio, los pro/yectos: matrimonios, viajes, me parecían tan locos como si alguien que se cae por la ventana quisiera relacionarse con los ocupantes de los cuartos ante los cuales pasa en su caída.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 25-26]

El opio como lentificador el paso del tiempo:
“El aburrimiento mortal del fumador curado. Todo lo que hacemos en la vida, incluso el amor, lo hacemos / en el tren expreso que corre hacia la muerte. Fumar opio es saltar del tren en marcha; es ocuparse de algo que no es la vida ni la muerte.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 31-32]

“Cuando expresé esas cosas, me sentí liberado. Miraba con desinterés. Tras la guerra, las cosas que quería decir eran de un orden cada vez más raro, y muy escasas. Nadie podía adelantarse a mí y cogérmelas. Respiraba como un corredor que vuelve la vista atrás, que se tumba en el suelo, que se relaja, que ya ni siquiera ve la silueta de los otros en el horizonte.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 34]

La memoria dolorosa:
“Hay una enfermera muy amable, viuda de guerra, que es del Norte. En la mesa, sus colegas le preguntan por la ocupación alemana durante la guerra. Dan sorbitos al café mientras esperan escuchar atrocidades: «Eran muy amables ―responde ella―, compartían el pan con mi hijo, e incluso si alguno era incorrecto no nos atrevíamos a quejarnos al Commandantur, porque les imponían castigos demasiado duros. Al que molestaba a una mujer le tenían atado a un árbol durante dos días.» Esta respuesta los deja consternados. La viuda resulta sospechosa. La llaman «la Boche». Ella llora y poco / a poco va cambiando de recuerdos, desliza alguna atrocidad. Quiere vivir.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 66-67]
Cf. Sebald, Ajmátova. La memoria insoportable y sus salidas: el trabajo hiperactivo, el olvido en la naturaleza o, como aquí, el autoengaño que dice “no, no fue así, eso no pasó”, porque en verdad eso no debió ser así, no debía haber pasado.

Arte, escritura y estética en general:
“Siempre he dibujado. Escribir, para mí, es dibujar. Anudar las líneas de forma que se vuelvan escritura, o desatarlas de forma que la escritura se convierta en dibujo. De ahí no salgo. Escribo, trato de limitar exactamente el perfil de una idea, de un acto. Al fin y al cabo, acecho fantasmas, encuentro el contorno del vacío, dibujo.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 73]


“No se puede traducir a un verdadero poeta, no porque su estilo sea musical, sino porque el pensamiento comporta una plástica, y si la plástica cambia, el pensamiento cambia.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 96]
Cf. Ribeyro.


“[…] en el hedonista el deseo de expresarse, de relacionarse con el exterior, desaparece. No quiere hacer obras maestras, quiere convertirse él en una, la más desconocida, la más egoísta. Decir de un fumador en continuo estado de euforia que se está degradando es como decir del mármol que Miguel Ángel lo está rompiendo, o de la tela que Rembrandt la está manchando, o del papel que Shakespeare lo ensucia, o del silencio que Bach lo interrumpe.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 82]

“La vida transcurre con demasiado perfeccionamiento, con demasiada comodidad. Será una lástima la supresión del murmullo enorme, cálido, rico, de los pasajes donde el cine sonoro se calla, la desaparición del contraste entre la llaneza visual y el relieve auditivo.
Cuando todo sea perfecto: relieve, color, ruido, la juventud destruirá ese teatro postizo y empleará sabiamente el encanto de las antiguas faltas, vencidas por el lujo, el comercio, el inevitable confort científico. (Los hotelitos perdidos en cuanto su dueño gana con qué hacerlos parecidos a su sueño, dignos de ese éxito que le sorprende, incapaz de comprender a qué responde.)” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 52]


“Nada más anormal que un poeta que se acerca al hombre normal: Hugo, Goethe… Son locos que andan sueltos. Locos que no parecen locos. Cuando escribí que Víctor Hugo era un loco que creía ser Víctor Hugo, no bromeaba. ¿El mayor pecado contra el Espíritu no es ser espiritual? No era una boutade, era una síntesis; el resumen de un ensayo que me niego a escribir y que ya escribirá otro cualquier día. La función del poeta no es demostrar, sino afirmar sin suministrar ninguna de las fastidiosas pruebas de que dispone y en las que basa su afirmación.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 54]


“PERROS. Satie quería hacer un teatro para perros. Se alza el telón. El decorado representa un hueso.
“En Inglaterra acaban de rodar una película para perros. Los cinco cincuenta perros invitados se lanzan contra la pantalla y la hacen pedazos. (N. Y. Times)” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 84]


“Detesto la originalidad. La evito todo lo que puedo. Al emplear una idea original hay que tomar enormes precauciones para que no parezca que te has puesto un traje nuevo.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 125]

El camino irrevocable de la modernidad hacia la exaltación de la individualidad: desde su tímido descubrimiento y reivindicación a fines del Medioevo burgués hasta su ensanchamiento y problematización psicológica a fines del XIX y su exacerbación “identitaria” en la sociedad posindustrial:
“Nuestra época es tan individualista que ya nunca se habla de discípulos; se habla de ladrones.
Lo único que puede crear el individualismo creciente es más soledad. Ahora ya no sólo se detestan los artistas con criterios adversos, sino también los artistas con el mismo criterio, hombres que comparten la misma soledad, la misma celda, que explotan el mismo yacimiento. En consecuencia, el único que es capaz de comprendernos a fondo será nuestro peor enemigo, y viceversa.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 47-48]

Anotaciones sobre el cine:
“He visto películas divertidas y espléndidas, pero sólo he visto tres grandes películas: Sherlock Holmes Junior, de Buster Keaton, La quimera del oro, de Chaplin, El acorazado Potemkim de Eisenstein. El primero, empleo perfecto de lo maravilloso; La quimera, obra maestra igual en detalle y en conjunto a El idiota, a La princesa de Clèves, al teatro griego; El acorazado Potemkin, donde un pueblo se expresa a través de un hombre.
“Releyendo estas notas (octubre de 1929) añado: Un perro andaluz, de Buñuel.
“Ése es el estilo del alma. Hollywood se estaba convirtiendo en un garaje de lujo y sus películas, en marcas de coches cada vez más bellos. Con Un perro andaluz volvemos a ir en bicicleta.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 146]


El acorazado Potemkin, de Eisenstein, ilustra aquella frase de Goethe: «Lo contrario de la realidad para obtener el colmo de la verdad». […] Buñuel podría responder que Potemkin es un documental, y documenta sobre Eisenstein, porque mediante ese film la masa se encarna en un solo hombre que la expresa y que al mismo tiempo se expresa a sí mismo.
“Siempre se documenta, y toda obra es una obra de circunstancias. Eso es inevitable. Pero hay que admitir que uno de los numerosos logros de Potemkin es que parece que no la dirigió nadie, que no la interpretó nadie.
“(1930) Conocí a Eisenstein. Yo estaba en lo cierto. La escalera de los muertos se le ocurrió en el último minuto. Esa escalera entra en la historia rusa. Alexandre Dumas, Michelet, Eisenstein son los únicos historiadores auténticos.
“Los hechos trágicos toman la fuerza de esas pequeñas anécdotas obscenas, anécdotas anónimas que se perfeccionan de boca en boca y acaban convertidas en las historias arquetípicas de una raza. Historias judías, historias marsellesas.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 148-150]


“Muerte del teatro a manos del cine sonoro, o sea, resurrección del teatro.
“Ese teatro que parecía demasiado singular, demasiado especial para vivir, será el único que sobrevivirá porque nada puede reemplazarlo. Toda forma pura es insustituible. Insustituibles son los relieves, los colores, el prestigio de la carne humana, la mezcla de lo verdadero y lo falso.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 182]

Más sobre los efectos del opio:
“Todos llevamos dentro algo apretado, como esas flores japonesas de madera que se despliegan en el agua.
“El opio representa el papel del agua. Ninguno de nosotros lleva el mismo modelo de flor. Quien no fuma tal vez nunca llegue a saber qué tipo de flor hubiera desplegado el opio en él.
“[…] Lo peligroso es fumar para superar un trastorno moral. Entonces es difícil acercarse a la droga como es preciso, y como hay que acercarse a las fieras: sin miedo.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 63-64]


“No soy un desintoxicado orgulloso de su esfuerzo. Me avergüenza haber sido expulsado de ese mundo en el que la salud se parece a esas películas horribles en que aparece algún ministro inaugurando una estatua. […]
“El fumador se funde con los objetos que le rodean. De su mano caen el cigarrillo, un dedo.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 70-71]


“EL HOMBRE NORMAL: Fumador liviano como la médula del saúco, ¿por qué vivir esta existencia? Más te valdría tirarte por la ventana.
“EL FUMADOR: Imposible, floto.
“EL HOMBRE NORMAL: Tu cuerpo llegará abajo enseguida.
“EL FUMADOR: Yo llegaré lentamente después de él.” [Jean Cocteau, Opium, trad. Ignacio Vidal-Foch, BackList, Barcelona, 2009, p. 114]


Notas de lectura de Víctor Hugo Palacios

1 comentario:

marcos mori dijo...

PAGINA DEL SIARIO DE SATAN.

saludos cordiales y felicitaciones por el blog. estoy muy interesado en el trabajo de klaus kinski y angelica huston. quisiera un pequeño analisis de sus estilos de actuacion.