lunes, 27 de julio de 2009

El cine y el amor en la era del sonido


El 31 de marzo de 1930, en plena mutación del silente al sonoro, el diario El Tiempo, de Lima, publicó este artículo de Armando Herrera sobre los cambios sociales y de las costumbres urbanas al ritmo del desarrollo del cine.

En el blog iremos recuperando algunos otros textos del viejo periodismo cinematográfico peruano.

"De poco tiempo a esta parte se ha desarrollado en Lima una terrible afición por el cinema y no hay gente, por distinta que sea su condición social y su situación económica, que no tenga otra idea en la mente que las películas que han de proyectarse en determinados locales y las figuras de los personajes que en ellas toman parte. Es una verdadera obsesión colectiva que a fuerza de irse desarrollando apresuradamente ha hecho variar las costumbres en forma acentuada.

Antes de ahora había mujeres que al levantarse de la cama lo primero que hacían era revisar la crónica religiosa de los periódicos para saber en qué iglesia se realizaba la ceremonia de las "cuarenta horas" o la "adoración perpétua". Hoy, en cambio, las mujeres levantándose un poco más tarde, siguen revisando los periódicos para ver los programas de los cinemas, cambiando impresiones con sus familiares, mientras toman el desayuno acerca de la bondad de tal o cual cinta. Y esto no ocurre solamente con las mujeres. Es el tema obligado de las conversaciones de casi la generalidad de la gente.
No se crea, desde luego, como lo supone todo el mundo, que la gente va únicamente al cinema para ver la película. No. Sobre el particular hay un error muy generalizado y sostenerlo ocasiona evidente daño a la cultura de nuestro pueblo. En tres categorías puede dividirse el público asistente a los cinemas: las personas que efectivamente van a ver la cinta, las parejas que escogen esos locales para entregarse a la práctica del amor y los hombres que, rendidos por el trabajo cotidiano, acuden a esos sitios para echar un corto sueño. No me negarán ustedes que el cinema sirve así a maravilla para satisfacer el gusto de todos.


Antiguamemte el amor se hacía en Lima en las ventanas de reja, o en la puerta de calle, o en el parque vecino. Y aunque es verdad que el amor es un sagrado precepto bendecido por Dios mismo y practicado por todos, también es verdad que tal forma de hacerlo resultaba poco edificante y propenso a causar desfavorables envidias. Pero con el cinema todo esto se acabó. La obscuridad y el silencio han desterrado la vieja costumbre de recurrir a la ventana de reja o a la puerta de calle o al parque vecino. ¿Y qué decir de esos buenos varones que sólo van al cinema a buscar cómodo asiento para enseguida quedarse profundamente dormidos? Son hombres que tienen del arte un concepto singular y que prefieren dormir allí antes de acudir a una cantina a envenenarse con alcóhol. A este respecto el cinema ejerce en ellos una acción benéfica: les ahorra el trabajo de reñir con sus mujeres después de comer y les sirve de estimulante para un largo sueño sereno y beatífico.


¿Pero qué sucederá en Lima cuando el cine mudo sea reemplazado por el cine parlante? Ya me imagino lo que ocurrirá entonces. El amor sufrirá un terrible golpe y para practicarlo habrá necesidad de inventar nuevos procedimientos. ¿Cómo será más tarde? Esta es una incognita que nadie se atreve aún a despejar. Y matará de paso la costumbre de ciertos hombres que van hoy al cinema solamente a dormir. ¡Qué haremos! El mundo evoluciona de tal manera que nunca podemos estar tranquilos un instante. Es una ley fatal a la cual todos tenemos que someternos de buena o mala gana. Conformémonos, sin embargo, ya que el cine parlante no ha de venir mañana ni pasado. Vendrá con el tiempo. Porque a los peruanos, en ciertos aspectos de las evoluciones espirituales o de las transformaciones materiales, nos agrada mucho experimentar en cabeza ajena y conocer antes las opiniones que vengan de afuera. Es así como ventajosamente siempre vivimos a la penúltima moda."

Armando Herrera (El Tiempo, 31 de marzo de 1930).

1 comentario:

jorge hurtado dijo...

Sigue publicando estos artículos, bedoya. hace tiempo que no lo hacías. Permiten conocer cómo se escribía y se veía al cine en las épocas del rey pepino. son muy interesantes y didacticos.