lunes, 21 de abril de 2008

Peligros de la hegemonía hollywoodense


Este artículo fue publicado por Joel Calero en la edición del 13 de abril de 2007 de El Dominical de El Comercio. Lo posteamos aquí en una versión ampliada.

Desde hace unos años, muchos turistas extranjeros que antes venían tan solo a conocer Macchu Picchu ahora deciden quedarse tres o cuatro días en ciudades como Lima para degustar la cocina peruana, esa mixtura de sabores donde lo criollo y lo andino se amalgaman con lo chino, lo africano y tantas otras vertientes culinarias que la conforman. A su vez, cada vez más peruanos frecuentan restaurantes o huariques donde la causa a la limeña alterna con cuyes colorados o formas varias de mil y un tiraditos y juanes. La Cámara de Comercio de Lima estima que, sólo en el 2008, se abrirán unos 40 restaurantes gourmet en nuestra ciudad y que en los dos años venideros se abrirán 5,000 restaurantes de todo tipo en el Perú. Todo lo anotado da cuenta, en suma, de una floreciente cultura gastronómica que está ocurriendo aquí, en nuestras calles, cerquita de nuestro paladar.

Pero imaginemos algo radicalmente distinto: mañana, al despertar, no se podrá conseguir en nuestro país ninguna cebichería o picantería o chifa o pollería o pizzería cualesquiera, sino, tan solo, innumerables Mc Donalds, Burguer King, Kentucky Fried Chicken y otros fast food similares. Desde una perspectiva gastronómica (es decir, cultural), esa hipotética situación sería terriblemente empobrecedora, pues se estaría reduciendo nuestra experiencia gustativa un único modelo de comida al que tendríamos que acostumbrarnos, a gusto o disgusto. Desde una perspectiva económica, estaríamos, por supuesto, frente a un monopolio. Otro tanto podría decirse si, en las librerías limeñas, desapareciese, por ejemplo, todo rastro de literatura norteamericana, argentina, francesa, rusa y española para, digamos, surtir los estantes únicamente de literatura coreana (sería pesadillesco recorrer Época, Crisol, Ibero o la novísima Casa Tomada y solo hallar novelas coreanas, poemarios coreanos y teatro coreano, al margen de su calidad). Ese delirante escenario, impensable para la cultura gastronómica o la literatura, ocurre, sin embargo -y sin que nos horroricemos de ello- en el ámbito del cine: la industria hollywoodense monopoliza y satura nuestro panorama audiovisual. Pero, ¿se trata de un verdadero problema con implicancias varias para la cultura de un país y sus habitantes o es tan solo un hecho de mercado, como, si, por ejemplo, nos preocupara aspavientosamente que en el Perú se vendieran únicamente preservativos made in usa?

El lenguaje y la realidad (audiovisual)
Es sabido que el lenguaje verbal no solo representa la realidad, sino que crea o modeliza una realidad. Por ejemplo, hay, en el español, una suma de sentimientos que otros idiomas (otras realidades) no poseen. En nuestro idioma, podemos, a veces, estar tontos, aunque, esencialmente, no lo seamos. Esa diferencia, para nosotros, es importante. Sin embargo, no todos los idiomas pueden discernir el ser del estar. Eso implica otra manera de habitar la realidad (y el lenguaje). Por eso, tal vez no sea exagerado decir que vivimos en español; un cierto español, en todo caso.

Otro tanto se puede decir del lenguaje audiovisual. Las películas no sólo representan realidades o fantasías, sino que agregan realidades (fílmicas) a nuestra realidad; es decir, la complejizan. Por eso, a mayor número de fuentes o tradiciones posibles, más rica será nuestra experiencia, fílmica y vital. Eso es lo que nos estamos perdiendo los espectadores peruanos, sometidos al monopolio del cine hollywoodense, que es una retórica, una sensibilidad, una manera de representar, modelizar y vivir la realidad.

Hace unos años, revisando cortometrajes estudiantiles, me sorprendió ver los imaginarios homogéneos y casi calcados con que alumnos aparentemente tan distintos representaban sus redes sociales: los sujetos eran o loosers (de gruesos lentes y peinados con gel o gomina) o winners; y el amor era un ritual en el que los ositos de peluche y globos con el consabido I kiss you eran su única forma de la ternura. ¿De dónde procede ese imaginario, esa uniformizante manera de representar(se)? De las comedias hollywoodenses, desde luego. El cine, como se ve, modeliza y formatiza sensibilidades. Es obvio que no estamos cuestionando esta sensibilidad y su estética, legítimas y válidas, como cualquier otra, sino el hecho de que sean las únicas disponibles. Eso es lo empobrecedor.

La cultura y la tradición cinematográfica
Vargas Llosa se preguntaba hace unos años si todavía existían imbéciles en el mundo que pensaran que el arte podía cambiar la vida e, inmediatamente, respondía que sí, que él era uno de esos tales imbéciles. A su vez, Borges decía que muchos personajes de la literatura son bastante más entrañables y complejos que la mayoría de personas que conocía y que, por eso, disfrutaba y aprendía más de ellos. El cine, como la literatura, tiene esa misma capacidad de complejizar, “enriquecer” y transtornar la vida de quien se enfrenta con mundos-Borges y mundos-Vargas Llosa. Eso, que es acaso lo más valioso del arte, el cine y la literatura, no ocurre (en general) con el cine hollywoodense cuya única finalidad es asegurar ganancias exorbitantes para la compañía productora, apelando, para ello, a todos los manierismos, efectismos y tics que funcionan con el gran público. No hay en este cine industrial ningún interés por crear filmes originales o singulares u obras de arte que puedan movilizar, estremecer o desafiar al espectador. Se conforman con “entretener”. O, más, exactamente “entretener a la hollywoodense”, es decir, con un conjunto de clichés repetidos ad nauseam (mostrencos terroríficos que se avalanchan contra la pantalla en los segundos finales del trailer, autos que se estrellan estrepitosamente, etc). ¿Se imagina el lector en qué se habría convertido la literatura latinoamericana si Borges u Onetti o Cortázar hubieran querido tan solo “entretener” o asegurarse el top ten de las ventas, con manidos disfuerzos editoriales, lejos de escribir lo que escribieron? Todo ello nos permite concluir que la globalización, para el cine, solo ha traído rasera uniformidad y pobreza, si lo pensamos desde un país como el Perú, donde sus habitantes espectadores no pueden conocer el cine más interesante que se está haciendo en el mundo.

Pero no nos olvidemos que, en el arte, lo nuevo no es, necesariamente, lo mejor. Por eso existen los museos y bibliotecas (o librerías) donde uno puede conocer y leer a los autores que importan, más allá de las modas pasajeras. Y, si de cine hablamos, esa es la razón por la que, en toda ciudad de cierto estatus cultural, existen filmotecas y cine clubs. Pero, a diferencia de Quito, Santiago de Chile o Montevideo (para no mencionar Buenos Aires), en Lima no existe una Filmoteca (hubo una, muy buena, que funcionaba, hace ya varios años, en el Museo de Arte). Si a eso le agregamos el hecho de que tenemos acaso la peor cartelera de Latinoamérica, atosigada de blockbusters, entonces, concluiremos que nuestro imaginario y cultura cinematográfica se encuentran en una grave crisis. El diagnóstico es evidente: hollywooditis e inanición terminal.

Oscares y otras complicidades
Las mil y un notas diarias que salen en casi todos los periódicos peruanos (y sus webs, compruébenlo) sobre el último tatuaje o niño adoptado de Angelina Jolie o la celulitis en las piernas de Britney Spears o el último brassiere que se puso Lindsay Lohan son, tal vez, productos de la pereza o la inercia de un redactor de la sección cultural que así simplifica su trabajo, pero, desde el punto de vista de la dinámica de la cultura y sus imaginarios, ese acto frívolo o perezoso aceita y afiata el mecanismo del que se nutre la hollywooditis. Un lector al que el nombre de Angelina Jolie se le ha quedado grabado a fuego y hartazgo en los ojos y el inconsciente irá a ver, casi como acto reflejo, una película en la que aparezca la tal actriz y no una en la que actúe, digamos, una Isabelle Huppert o Marisa Paredes, actrices fantásticas a quienes no conoce y de las que, en su periódico habitual, nunca, o casi nunca, debe haber leído nada. Por eso, no cabe duda de que una de las mayores responsabilidades de este monopolio informativo (y círculo vicioso) recae en la prensa escrita y televisiva.

Tal vez no sea iluso pensar que si esos pocos filmes interesantes que se exhiben en nuestra ciudad recibieran mayor cobertura mediática y, acaso, portadas y páginas enteras en las secciones culturales de los diarios locales para dar cuenta de sus actores, su historia y personajes, un mayor número de espectadores iría a verlas. En consecuencia, tendrían una mayor recaudación y ese sería un efectivo estímulo para que estos distribuidores se animen a seguir trayendo, cada vez con más decisión y rentabilidad, filmes europeos, asiáticos y latinoamericanos que puedan diversificar y oxigenar esta monotonía que nos ahoga. Alguien objetará que promover un mejor cine no es función del periodismo cultural, pero, en ese caso, tampoco debería ser convertirse en simple caja de resonancia de esta hollywooditis. En cualquier caso, no podemos sucumbir, con los brazos caídos, a este panorama de devastación cultural. Por ello, las soluciones deben plantearse, para ser reales y efectivas, desde el terreno económico. El reto es, pues, ayudar a que el negocio de exhibir un cine distinto sea rentable. En eso tenemos que estar aliados espectadores, cineastas, críticos y periodistas culturales y de espectáculos. Es nuestro deber y (acaso) nuestra salvación.

Joel Calero

6 comentarios:

Anónimo dijo...

DE REPENTE PARECERE FUERA DE LUGAR , PERO PODRIA EXPLICARNOS SR BEDOYA ¿´PORQUE EL CONACINE NO DESTINA SIQUIERA UN 5% DE LA PLATA RECIBIDA PARA CUIDAR LAS PELICULAS VIEJAS PERUANAS QUE ESTAN TERMINANDO DE PUDRIRSE? . LO QUE PASA ES QUE JCOMO CINEFILO ME DA LA SENSACION QUE NI A LOS MISMOS CINEASTAS PERUANOS LES IMPORTA SU PASADO HISTORICO. DE SEGURO ALGUNOS DIRAN: " PERO CUÑAO ¿PARA QUE VAMOS A GASTAR DINERO EN ESAS PELICULAS AGUSANADAS? ¿NO ES MEJOR GASTAR EN LOS NUEVOS DIRECTORES Y APOYAR A LOS "CONSAGRADOS"? SABEN PORQUE ES MEJOR CUIDAR ESAS PELICULAS "AGUSANADAS" PUES POR LA SIMPLE RAZON QUE ES NUESTRA BASE PARA MEJORAR LO EXISTENTE. YO NO VEO NINGUN PROBLEMA QUE NO SE FILME NADA "NUEVO". ACASO LOS "CONSAGRADOS" Y DIRECTORES JOVENES NO TIENEN EN QUE CHAMBEAR. NO TIENEN EN QUE OCUPARSE .PIENSO QUE EL SALVAR ESAS PELICULAS VIEJAS TAMBIEN ES NUESTRO DEBER NUESTRA SALVACION.

Anónimo dijo...

De acuerdo parcialmente con lo señalado en el artículo, sin embargo el problema de la diversidad de oferta cinematográfica (un tema recurrente) ni es solamente peruano ni es comparable a los paralelos señalados de literatura o gastronomía. Ambos símiles no resisten la menor lógica.

Para empezar por lo segundo no se pueden comparar cines con restaurantes porque la inversión para los primeros es exponencialmente mayor. No hay ni habrá cinco mil pantallas en Lima simplemente porque el mercado no lo soporta. Es más, no hay tantos cines como restaurantes en ninguna ciudad del mundo. Como en la lógica del autor la multiplicidad de establecimientos es la base de la variedad de la oferta este paralelo sólo serviría para demostrar que el problema que lo ocupa es de imposible solución.

Respecto a la literatura (y para el caso, la música en cd o las películas en dvd) se trata en todos los casos de productos culturales comercializables y reproducibles todas las veces que sea requerido, a diferencia del cine que al no poseer esas ventajas de atemporalidad y transportabilidad, requiere de la asistencia efectiva del público en un momento dado. Es pues claramente posible, y de hecho así sucede, encontrar una mayor variedad en librerías, videos y discotiendas, que en cualquier cartelera de fin de semana, aquí y en cualquier otro país.

Pese a este comienzo más efectista que riguroso, tiene razón el autor en señalar la hegemonía de la cultura americana debida al cine pero sobretodo, añadimos, a la televisión. Prueba de que este proceso de alienación hoy disfrazado de "globalización" es real, lo demuestra la cantidad de chicos de los mejores colegios de Lima que saben perfectamente que Los Angeles está en California pero no pueden decir en qué departamento está Chachapoyas. Obviamente a gente que ni siquiera sabe en qué país vive mal se le puede pedir un lenguaje cinematográfico propio.

Este asunto está muy lejano de ser un fenómeno peruano y de hecho es mundial y más aún cuando todo intento de contrarestarlo es acusado de atentar contra los dogmas del libre mercado que el actual gobierno ha adoptado furiosamente y sobre cuaquier otra consideración.

En este orden de ideas acierta nuevamente el autor al presentar el paliativo de hacer rentable la exhibición de películas alternativas, por el momento la única solución realista planteada en algún medio, para al problema de la oferta cinematográfica peruana. Para que ello suceda (la viabilidad económica de una película alternativa) sólo existen dos fuentes de financiamiento: 1)la taquilla de la sala o 2)el auspicio de alguna empresa solvente.

Desde un punto de vista personal creo que sólo la segunda fuente es factible en el Perú. Y no porque no haya suficiente público de buen cine, sino porque este mismo público ya ha abandonado las salas para adquirir piratería. Sin duda IronMan o Meteoro pueden soportar una piratería de 100,000 vcds frente a una expectativa de medio millón de espectadores, pero la venta de 10,000 copias de vcds de Cassandra's Dream puede ser fácilmente la mitad de la taquilla de la película de Allen y determinar que nunca llegue al Perú.

Anónimo dijo...

Tiene cosas interesantes el articulo solo que es muy dificil tomarlo en serio viniendo del director de "El Verano Proximo" que es un drama hollywodense puro, sin ningun apice de audacia ni frescura independiente o contracultural, (¡¡¡incluido su homenaje a "Titanic"!!!!) osea ¿que el señor Calero solo es bueno para hablar pero no para filmar? esperemos su proxima pelicula

Anónimo dijo...

10,000 copias piratas de una pelicula de w.allen? Eso se llama ser optimista! Crees que los piratas son idiotas para sacar esa cantidad de copias?

Anónimo dijo...

Los piratas no son idiotas y con una "quema" de más de 100 millones de discos al año y ventas diez veces superiores a Cineplanet saben perfectamente cual es su negocio y los diversos nichos que lo componen. Cualquier cadena de cines que nunca tuviera que pagar por el material que proyecta tendría también una oferta variadísima y podrían por ejemplo, poner Cassandra para 200 personas.
Pero como los cines no pueden "piratear" necesitan un mínimo de espectadores.

Las cifras que di de 10M y 100M son cifras reales de "pedidos" a una imprenta de las carátulas para esas películas. Se llega a vender normalmente el vcd de un 70% al 100% del tiraje, y a veces hasta se piden reimpresiones o se acude a varias imprentas simultáneamente.

En todo caso más que cifras exactas la proporción de 10 a 1 en oferta pirata es verdadera entre un tanque y otra película de mayor calidad. También lo es el hecho de que en términos comparativos, la piratería de la cinta de Allen puede determinar su no exhibición mientras que la de Meteoro implica solamente una disminución de su taquilla.

Otro punto que abona en constatar este hecho es la virtual desaparición de verdaderos "Cines" (no dvdtecas) de un circuito cultural ya extinto donde, además de la Filmoteca ya citada por Calero, el Cine club Raimondi y hasta el Ministerio de Trabajo o en una época el Julieta, encontraban público suficiente. Pues bien, mientras este circuito cultural desaparecía se incrementan los Cineplanet, Uvk o Cinemark, dedicados, como todos sabemos, a la difusión de cine principalmente comercial. ¿Qué mejor prueba para dilucidar a quién golpea más la piratería que la cantidad de pantallas que se construyen cada año para uno u otro tipo de cine? ¿A un negocio en crecimiento o a un circuito en extinción?

En otras partes de esta página se comentó si había o no relación entre los niveles altos de piratería y el bajo nivel "cultural" de las exhibiciones. Aunque me resulte claro que sí existe esta relación, ahora ya se resulta ocioso determinar quien fue primero si el huevo o la gallina y señalar culpables. A estas alturas la piratería resulta causa y a la vez consecuencia de la cartelera. Lo que sería interesante saber es si el cinéfilo peruano está dispuesto a pagar 5 soles más por ver en pantallas de cine las películas que tanto dice desear.

Anónimo dijo...

Si, que la culpa de que las peliculas de Allen no lleguen es de los piratas...y tambien es culpa de ellos que no lleguen el otro medio millar de cintas europeas, argentinas y que se yo...Mira, cuando el IQ de los peruanos suba un puntito, a lo mejor llegan...