domingo, 2 de diciembre de 2007

Una chica con masked ball. Sobre Fur, Retrato de una pasión


La obsesión de Diane Arbus por fotografiar la normalidad desde lo frontal y lo extraño, por apreciar personajes freak, no con afán escrutador sino como adivinadora de la otredad extrema y discordante desde un lunar, una máscara, una mano tensa, una mascota en medio de algún retratado me resulta aún inquietante. Arbus advirtió una América alternativa, de simetrías físicas (su interés en gemelos, trillizos, siameses) pero también plural en deformidades y extravagancias. Si bien Fur (estrenada con el decoroso título de Retrato de una pasión) de Steven Shainberg es una obra basada en el libro biográfico de Patricia Bosworth sobre Diane Arbus, es una versión libre sobre la vida de la artista y que materializa motivos de sus imaginarios, ubicándonos en los inicios de Arbus como fotógrafa, tanto así que sus retratos más famosos sólo son rastreables en la anécdota, en los diálogos, en las vestimentas, en los lugares.

Fur es un biopic singular, pues sin bien recupera aspectos reales de la vida de Arbus, introduce una relación amorosa poco convencional, como meollo dramático, que podría parecer antojadiza, pero que funciona por sus niveles simbólicos de representación. Fur, más allá de ser un relato amoroso atípico, es la evocación de un proceso creativo y liberador que puede llegar a tener las características de lo monstruoso, por lo transgresor y oscuro.

Diane Arbus (Nicole Kidman) vive siendo asistente de su esposo fotógrafo publicitario, que tiene encargos de las revistas más famosas, y cuyo universo es retratar escenas, ahora vistas como kitsch, de la modernidad y el consumo de las marcas más prestigiosas. Pero Diane, reprimida, con dos hijas pequeñas, llevando la batuta de la casa, toma real percepción de su "normalidad" con la llegada de Lyonel (Robert Downey Jr.), un hombre enmascarado que se acaba de mudar al mismo edificio de ella y su familia, y que por su extrañeza física (pues padece una enfermedad que lo hace parecer un hombre lobo) le causa curiosidad. Ambos comienzan una amistad que será motivo para que Arbus tome su cámara Rolleiflex e indague sobre su nueva opción de vida: retratar. Lyonel la sumergirá, a la par que crece su pelaje, en un mundo paralelo de hermafroditas, prostitutas, gigantes, enanos, travestis.

Fur es demasiado redonda, lo que demuestra cierta fórmula retórica aplicada, en la medida en que Shainberg, el mismo director de la peculiar La secretaria, construye un personaje protagónico que se mueve en polaridades (Luminoso/oscuro, vigilia/sueño, velloso/desnudado, represión/liberación). Tal como lo señala el título, ( Fur, pelaje) vamos a transitar desde la exuberancia de las formas y modales (nos ubicamos en Nueva York de los años cincuenta donde prima el modoso mundo del american way of life) hasta el desarraigo de un campo nudista. Desde lo frondoso hasta la completa desnudez. Desde lo grotesco y barroco hasta la analogía de limpieza que da la idea de nacimiento.

Es interesante como Shainberg no sólo recrea una nueva versión de La Bella y la bestia, a la manera de Cocteau, sino cómo esta liberación de corset, toma la figura de la escalera en caracol, de un ascenso que invierte los patrones de la búsqueda del mundo fantástico (donde la mayoría de las veces se desciende hasta un orden nuevo), donde Arbus puede ser también una Alicia de Lewis Carrol o una Dorothy de Oz (recordar el vestido, los zapatos, el acicalamiento).

Es abierta y clara la percepción del mundo freak a la manera de Tod Browning, lleno de libertinaje y exceso, sobre todo en las visitas de Arbus a bares y camerinos, aunque también es revelada con el anacronismo de un anticuario en la decoración de la casa de Lyonel, el dandy de los freaks, todo un sibarita que ve en Kidman la representación de un mundo opuesto, diferente al entorno esquivo que había conocido en los circos y ferias. Lyonel (de modo más evidente no podía llamarse) resulta una metáfora de liberación, pues tras el ornamento queda la esencia o el punto de origen creativo.

Shainberg quizás se muestra débil con las maniobras que utiliza para mostrarnos a un Lyonel enigmático, generando el uso de lugares comunes del cine de suspenso, y cuyas intenciones de asociar el mundo freak al "normal" cobra más fuerza en los espacios cerrados y celebratorios, como la cena con Lyonel en casa de los padres de Arbus; o como el descenso de la corte circense por el techo mientras el esposo y las hijas miran extrañados.
Fur interesa no sólo por sus actuaciones o por escenas irreales como el de la piscina o el rito final, sino porque muestra a través de otras opciones cómo se hacen los artistas y cómo esos demonios interiores pueden cobrar la fisonomía de un hombre lobo o de un monstruo de tres cabezas.
Mónica Delgado

1 comentario:

John Campos-Gómez dijo...

Mermelada con justificación.
Qué gusto ver a Mónica Delgado regresar al quehacer crítico.
Fur es un pendiente.
Saludos