domingo, 15 de abril de 2007

Metavampirismo avant garde (a la catalana)


Miguel Rivero, escritor peruano radicado en Barcelona, nos envía este artículo sobre una película de Pere Portabella, uno de los hombres de cine más creativos -aunque menos conocidos- de Barcelona.


Cuando leí que, en el marco del homenaje a Jesús Franco que ha estado realizando la Filmoteca de Barcelona, se proyectaría una película experimental rodada paralelamente a su Drácula (1970), encontré difícil resistirme, debido la rara conjunción de dos conceptos a los que soy devoto: terror y vanguardia. Vampir-Cuadecuc es el nombre de este experimento, realizado por el director de cine, guionista y productor catalán (nada menos que de Viridiana de Buñuel) Pere Portabella (Figueres, 1929) , cuya vocación experimental e inclinación izquierdista han otorgado un halo de clandestinidad y ruptura a su obra.El filme, que dura aproximadamente una hora y cuarto, consiste en una especie de behind the scenes expresionista y mudo del rodaje de Jesús Franco. La estrategia de Portabella es enfrentar dos elementos subyacentes en el cine de terror comercial que tuvo su apogeo en los años 60 y 70, tomando como materia prima esta mesurada versión de Franco sobre el mítico personaje. Me refiero a estética expresionista como paradigma primigenio del cine de terror y a los rudimentarios mecanismos ilusionistas de la industria fílmica de la época.


Portobella se deshizo del magnífico trabajo fotográfico de Manuel Merino y lo sustituyó por un blanco y negro de 16 mm altamente contrastado, que nos retrotrae (junto al título) al Vampyr de Dreyer, y a la magia siniestra de las sombras y ángulos extremos de esa corriente paradigmática del horror cinematográfico. Pero esa referencia choca con la deconstrucción del medio que realiza presentándonos los entresijos del rodaje, es decir rompiendo el encuadre diegético del relato y dejando ver las luces o la cámara, a los actores maquillándose o esperando su llamado.

De manera similar, la partitura de Bruno Nicolai desaparece junto a todos diálogos y efectos sonoros (a excepción del relato final de Christopher Lee) y es reemplazado por la electrónica experimental de Carles Santos, una excelente pieza de ecos y ruidos misteriosos, que yo diría interviene y procesa la banda de sonido original dándole al filme esa aura de cine mudo musicalizado por Alan Splet.

Este movimiento de reforzamiento y destrucción simultánea del género es el verdadero argumento del filme. Género y metarrelato colisionan y se funden, creando esa extraña belleza que reflexiona poéticamente sobre la gran ilusión del lenguaje cinematográfico y las convenciones del cine fantástico.

Portobella proviene de una de las más prósperas familias burguesas catalanas y es conocido por su militancia antifranquista y su protagonismo como cineasta en la llamada Escuela de Barcelona. Sus películas, esenciales para comprender el desarrollo del cine independiente español surgido a partir de los años sesenta, suelen utilizar los mecanismos de producción cinematográfica como material en la creación de una estética de vanguardia, no exenta de comentarios políticos de resistencia. Sin duda, es un personaje muy interesante de la escena política y artística de este país y habrá que estar atento a otras proyecciones de sus obras. Por lo pronto, para conocerlo más les dejo esta entrevista.
Miguel Rivero

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