miércoles, 7 de marzo de 2007

En la ciudad siguiente

Mónica Delgado estuvo unos días en Argentina y Uruguay. Aquí una crónica de lo que vio en el sur y de sus desencuentros con las artes marciales, la Shygulla y una película uruguaya.


I

Noches mágicas de radio (A Prairie Home Companion, 2006), a la manera de Los muertos, de John Huston (no por el estilo o puesta en escena, sino por esa rara y anticipada despedida: el testamento), es un filme conmovedor, pues tras la muerte de Robert Altman no queda otra cosa que pensar en los motivos de la muerte, el duelo, la nostalgia y la imposibilidad de la vuelta al pasado.

Esta última cinta coral de Altman es un musical, que narra la emisión final de un aclamado programa de radio que se transmite en vivo desde un teatro, a la usanza de los viejos tiempos, donde una galería de personajes se prepara para el show tras bambalinas y espera brindar un espectáculo para recordar.

Noches mágicas de radio evoca a Días de radio de Woody Allen, a los cuadros de Edward Hopper, a los modales y garbo descritos en la obra de Francis Scott Fitzgerald (por algo vemos un busto de él en un palco del teatro), a algún tipo de cine negro, a pasajes de la misma filmografía de Altman, y a un Estados Unidos que se ha ido poco a poco, diluyendo así sus más caras tradiciones.

Altman se inmiscuye en este mundillo recreando el último programa de Garrison Keillor, quien se interpreta a sí mismo, y que tenía mucha sintonía en diversas estaciones radiales, difundiendo música country, jazz y blues en vivo. Canciones country cantadas estupendamente por Meryl Streep, Woody Harrelson, Lindsay Lohan, Lily Tomlin, John C. Reilly e intervenidas sin querer por un fantasma interpretado por Virginia Madsen (más que como ángel, una versión blanca de La Muerte) o por un malvado Tommy Lee Jones, formando el imaginario con acento sureño de esta última noche sonora.

Noches mágicas de radio puede ser irregular, tener momentos antojadizos y personajes que sobren, pero hay un espíritu en ella que suena a réquiem: cuando las luces se apagan, y cae el telón, ya no hay vuelta que darle. Por más planes que se hagan por revivir una u otra cosa, vendrá Virginia Madsen para decirte que la función ya no puede continuar.


II

El día era tremendamente lluvioso y en la sala Lugones, de Buenos Aires, programaban La posada del Dragón, de King Hu (Long men ke zhen, Taiwán 1966), aquella película que usara Tsai Ming-liang en Goodbye, Dragon Inn: demasiadas coincidencias como para dejarlas pasar desapercibidas.

Lluvia, butacas, algunos espectadores, humo de cigarro, humedad, y sobre todo cine dentro del cine, tal como la película del malayo. Todo estaba conformado para repetir mi Goodbye, Dragon Inn personal en Buenos Aires, o quizás un amago de Fantasma de Lisandro Alonso, huyendo del estruendoso temporal y guareciéndome en el San Martín. Así sin banda sonora y con la ropa mojada.

La posada del Dragón, ambientada en el año 1457, en plena dinastía Ming, es una de las grandes representantes del wuxia pian (filme de artes marciales clásico). Ming-liang ha dicho de ella que “es una realización de alta calidad, que elevó enormemente el nivel de las artes marciales en el cine. Por esa razón elegí La posada del Dragón como el film que puede verse en la sala de cine de mi película Goodbye, Dragon Inn. Ese es mi tributo al cine de mi infancia”. Estaba ilusionada con verla, pero nada salió como pensaba. Pequeños huaycos en medio de las calles, autos inundados por dentro, kioscos de periódicos que fueron a parar en el subsuelo, el metro suspendido, las monedas atoradas en el dispensador de boletos del bus, mi paraguas a punto de irse como globo de gas. Al llegar al Teatro San Martín la lluvia había cesado y cuando me disponía a pagar los cinco pesos de la entrada, el boletero me dijo que habían suspendido la función. Sí que fueron unos aguafiestas.

III

Que Hanna Schygulla actuara y cantara en un espectáculo musical me parecía una idea fascinante. En el show denominado “Mi vida. Una biografía musical”, Hanna podría quizás mimetizarse una y otra vez en aquellos personajes memorables que hiciera para Fassbinder en Las lágrimas amargas de Petra von Kant, El amor es más frío que la muerte, El matrimonio de María Braun, Whity o para Wenders en Falso Movimiento. Verla en diversos monólogos, con letras capaces de trasladarme a esos universos atosigantes o pletóricos en juegos de poder, aunque siendo polaca de nacimiento, se mostraría más alemana que nunca, fiel a su Lili Marleen. Pero el espectáculo anunciado prometía otra cosa: rock, ritmos brasileños, cubanos o fusiones con el jazz. Temas de Bertolt Brecht, Miguel Matamoros, Astor Piazzolla, Kurt Weill, Edith Piaf y George Gershwin. La banda sonora de su vida. La vida es una canción. Su vida en rosa. Como cinéfila esperaba otra cosa.

IV

Mi meta era llegar a Rocha, a La Pedrera, a ese lugar del faro de La Perrera, la ópera prima de Manolo Nieto, esa cinta de personajes sin mujeres, aletargados por el calor, el mate, los cigarrillos de marihuana y los hongos alucinógenos. Recordaba la roca viva, el Atlántico, el faro quizás, y mucho viento, y al protagonista “hueveando” por ahí. Pero como las cosas no siempre salen como uno las planifica, terminé en Piriápolis, a dos horas de Montevideo, como la gente de Whisky de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, pero sin entrar al famoso hotel casino, ese del ascensor donde los personajes aprovechaban para decirse menos cosas que nunca. La rambla era la misma, aunque en esta temporada de verano el ambiente es opuesto al que muestra la película; aunque se le conoce como un balneario demodé tiene intacto ese espíritu uruguayo de la amabilidad y la modorra.

Mónica Delgado

4 comentarios:

Anónimo dijo...

no entiendo si entraste o no entraste a ver a la alemana

Anónimo dijo...

!!!!??????

No hay que leer más de una vez el texto para darse cuenta que sí entró.

Anónimo dijo...

Me corrijo. El texto no precisa si entró o no entró. Aunque eso no importa en la crónica. Lo que interesa es que se anunciaba un show que de cinéfilo, al parecer, no tenía nada.

Bueno, hasta otra oportunidad, me voy con Marthita.

Moni dijo...

Gracias al lector o lectora por el interés de si entré o no al espectáculo, algo imposible pues se dará este sábado en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. Mi impresión era a raíz de la publicidad que se le daba al espectáculo en diversos medios de comunicación. Para más información de esta actriz nacida en la Polonia ocupada por los nazis en esta entrevista del diario Página 12:

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-3214-2007-03-02.html

Mónica Delgado